Hablar de Desobediencia Civil está de moda. Este término últimamente no deja de aparecer en los medios de comunicación, como un concepto abstracto y aglutinador bajo el cuál se están resguardando diferentes colectivos y luchas. Pero, ¿qué es la Desobediencia Civil? Más que responder a esta pregunta, mejor pensemos en por qué o para qué hacer Desobediencia Civil, pues de otro modo parecería que estamos hablando de un fin en sí mismo, y no lo es.
La
Desobediencia Civil no puede ni debe ser un fin, sino una herramienta política
para conseguir unos fines concretos. Este medio tiene unas características
básicas que son la ejecución de forma consciente, colectiva, pública,
organizada y noviolenta, y es por esto que muchas veces cuando hablamos de noviolencia
acabamos hablando de Desobediencia Civil y viceversa, y es por esto también por
lo que la Desobediencia Civil no puede ser una estrategia desvinculada de
nuestros fines o a la que recurrir en caso de que otras nos fallen. La
Desobediencia Civil es una manifestación del pensamiento noviolento y por tanto
va irremediablemente unida a éste.
Un poco de Historia
A pesar
de que es ahora cuando parece que sale a la palestra la Desobediencia Civil
como método de lucha y de transformación social, la necesidad del ser humano de
cuestionarse las leyes, normas o imposiciones injustas y adoptar una actitud de
oposición activa frente a ellas, es tan antigua como la propia historia de la
humanidad.
En un
interesante libro de Bidea Helburu:
“500 ejemplos de noviolencia. Otra forma de contar la historia” encontramos de
modo muy ilustrativo una serie de actos llevados a cabo por distintas personas que
ponen en evidencia el modo en el que se narra la Historia, y como actos
humildes, colectivos y valientes que ayudaron a la concienciación social y a la
transformación, son sistemáticamente acallados, convirtiendo los libros de
Historia en meras listas de la compra de conflictos bélicos; pero, como
escribía Josemi Lorenzo Arribas en “En legítima
desobediencia”: “Además (o por
debajo) de la Historia está la memoria, y la memoria es también patrimonio
irrenunciable de los pueblos. Memoria es resistencia”.
Mucho antes de Martin
Luther King, Rosa Parks, Gandhi e incluso de Thoreau, al que podemos considerar
el padre del término Desobediencia Civil con su ensayo
publicado en 1848, encontramos ejemplos de desobediencia incluso en la época
clásica. Hortensia, en el siglo I a.C., ante la petición de más recursos
económicos para sostener la guerra, se dirigió en representación de las mujeres
de su clase al foro (espacio masculino y de decisión política por excelencia)
para exponer su negativa a pagar impuestos para la guerra.
Desde este antiguo
ejemplo hasta los actuales de, por citar algunos, Stop Desahucios o las Corralas de Sevilla, nos
encontramos un dilatado camino recorrido por infinidad de personas que han
desafiado la obediencia a la autoridad y en definitiva, el orden establecido.
Pero no nos equivoquemos, el que en muchas épocas antes que la nuestra se hayan
dado ejemplos de Desobediencia Civil, no quita valor ni esfuerzo, a la decisión
de adoptar esta potente arma.
“Todo hombre que tenga más razón que sus vecinos ya
constituye una mayoría de uno”
Thoreau
Desobedecer no es
fácil. Implica en primer lugar un cambio personal e interno importante que va
en contra de todo o casi todo lo que nos han enseñado. Desde nuestra infancia
nos inducen a la obediencia ciega y castigan cualquier intención de disenso. Podemos
encontrar diferentes artículos de Psicología que debaten extensamente por qué
las personas obedecen incluso en contra de sus principio o intereses,
concluyendo que la causa principal de la obediencia es el miedo. Básicamente el
miedo a ejercer la libertad, y con ello tener que asumir las consecuencias
finales de nuestros actos, y el miedo a la soledad, a que nuestra decisión de
salir de las normas establecidas nos pueda causar no sólo aislamiento sino
también el juicio de nuestros círculos sociales.
Pero habíamos dicho
que una de las características de la Desobediencia Civil era la ejecución
pública y colectiva, con lo que una vez asimilado el primer paso de duda
interna y por así llamarlo, revolución interior, tenemos que externalizarla
para, implicando a más personas, encender la mecha de la transformación social.
Pasar del: una persona no puede cambiar el mundo, a por alguien se empieza.
Probablemente Pepe Beunza (el primer objetor de
conciencia por motivos políticos en 1971 en el estado español) nunca se hubiera
imaginado las consecuencias de hacer público su descontento frente a la
obligación de realizar el servicio militar y obedecer en cambio a sus propios
valores y principios; pero ese sentimiento de rechazo estaba latente en la
población, y sólo hacía falta que una persona se decidiera a abrir la puerta,
para que todo el resto le siguiéramos. Con esta misma premisa,
un montón de colectivos y asociaciones están llevando a cabo campañas de Desobediencia
Civil. Desde Objeción
Fiscal (el grupo antimilitarista KEM-MOC
de Bilbao vamos a poner este año en marcha una oficina
de Objeción Fiscal) hasta okupaciones por parte de personas desahuciadas;
desde negarse a la identificación
hasta la lucha Anti-TAV,
y un largo etcétera de alternativas a la obediencia ciega y a la resignación a
las injusticias. Frente a una situación
injusta, lo justo es desobedecer.
“(...) No sólo la capacidad de desobediencia
es la condición de la libertad; la libetad es también la condición de la
desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir NO, no puedo
tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la libertad y la capacidad de
desobediencia son inseparables, de ahí que cualquier sistema social, político y
religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser
sincero”
E.Fromm “Sobre
la desobediencia y otros ensayos”
Otros
links interesantes:
Blog de
las Jornadas de Noviolencia 2013:
Iraultzagintza
Vídeo
de la acción “Cómo un
casco militar se convirtió en símbolo antimilitarista”
Web de
AA-MOC Insumissia
Texto: KEM-MOC
Bilboko Talde Antimilitarista
para Goitibera
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