16 de mayo de 2011

Sobre arquitectura social y otras lides

"Hará falta un plan b, si no es hoy será mañana..."
Entrevista a Oihane Ruiz de Hiria Kolektiboa

Llevan trabajando desde el 2003 Ppor una arquitectura más social y humana. Todo comenzó gracias al Mapa de la Ciudad Prohibida de Basauri, “Nos gustó un montón hacer talleres con jóvenes, hablar de la ciudad, aprender de urbanismo a través de cómo vive la gente, ver cómo podemos mejorar e incidir en que la gente joven pase por un lado o por otro, en que sientan una plaza como suya, analizar qué usos se hacen del espacio público” comenta Oihane. Para los cuatro integrantes este colectivo supone “ Salir de formas, dibujos, geometrías, normativas y mucha distancia. Fue pasar a estar con la gente y hablar de cómo viven y cómo viven la calle y sus necesidades, qué cosas contribuyen a que la gente viva mejor o que viva peor...”

Parece que cada vez más la calle se toma como espacio privado en vez de un lugar de todxs ¿Cómo lo veis?

Pensamos que cada vez se hacen menos cosas en la calle y cada vez más en el espacio privado desde un modelo de ocio muy ligado al consumo. Creemos que se pretende regular en exceso e incluso prohibir en muchas ocasiones; estamos en un momento en el que realmente lo que habría que hacer es fomentar que se hagan cosas en la calle. La ley y la policía es como un cirujano con una enfermedad, constituyen el último recurso.

Por ejemplo las ordenanzas de Bilbo van mucho a marcar límites, a prohibir y a sancionar  cuando en realidad lo que hay que lograr es que exista una vida en el espacio publico que genere convivencia y encuentro. Para nosotras no habría que hacer ordenanzas que normativicen,  sancionen y controlen, sino hacer programas para promover la vida en la calle, para hacer que haya gente joven, gente mayor, que todo el mundo tenga un espacio, que existan espacios de encuentro entre colectivo y de nacionalidades, un espacio de mediación.

¿Qué problemáticas concretas veis que están presentes en nuestras calles?

Tenemos el ejemplo de la presencia del coche en la ciudad. Pensamos que lo más importante de la ciudad es el coche para entrar y salir rápido, para ese ritmo rápido de la ciudad, pero no es real, es un discurso que se ha generalizado porque los patrones de movilidad en Bizkaia y Bilbo dicen que más del 50% de los desplazamientos se hacen a pie; pero en cambio tenemos las ciudades llenas de coches, de aparcamientos y carreteras cuando la mayoría de la gente va caminando.

Por otra parte, existen muchas áreas de Urbanismo de muchos ayuntamientos que se autodenominan “Pro Plaza Dura”, significa que no haya verde. De esta manera el mantenimiento es más sencillo y menos costoso. Nos encontramos parques sin casi bancos o sin sombras, lo que significa que la plaza no está hecha para el uso real, para las necesidades de lxs usuarixs. En este tipo de casos yo creo que los y las  técnicas, políticxs y responsables de la planificación de ciertos parques se han olvidado del fin último de un espacio público. El mantenimiento se convierte en lo más importante,  la estética también, pero los juegos de luces, los dibujos...no llenan una plaza, una plaza vacía no es una buena plaza, eso es un fracaso.

Estamos acostumbradxs a asistir a abusos, a contradicciones y a lógicas ilógicas en cuanto a espacio público se refiere ¿Qué está pasando según Hiria Kolektiboa?

El origen está en que se está infantilizando a la sociedad y la Administración actúa de padre-madre que decide cómo tenemos que vivir  y nos da permiso para que hagamos una cosa y no la otra, es esa lógica paternalista y de control por un lado.

Y por otro creo que la ciudadanía cada vez se responsabiliza menos, de alguna manera delega su propia vida. Por ejemplo cuando los adolescentes hacen botellón y no recogen absolutamente nada también se están haciendo las cosas mal porque si recogieran estarían validando esa actividad y educando en la responsabilidad, pero hay una de falta de participación de las administraciones en este sentido; hay muy poca seguridad para decir lo que cada cual quiere hacer con su vida.

Y luego están las contradicciones de los concursos de graffiti cuando en realidad están prohibidos o el concurso de cocina en la Aste Nagusia  cuando tampoco nos permiten más tarde comer en el espacio público y es que esto tiene que ver con otra de las cosas que detectamos, es la lógica productivo-reproductivo.

Cada vez más todo lo que se hace en el espacio público corresponde a esta lógica, por ejemplo se puede hacer cosas que están prohibidas siempre que esté en algún programa o actividad privada que tenga que ver con eventos y marketing, se valida todo lo que se haga dentro de una lógica productiva y de empleo, si yo hago un graffiti que anuncie un refresco entonces si, pero para adornar una pared pública, no.

¿Cómo puede la ciudadanía  recuperar las calles? ¿Cuáles son las herramientas que están en juego?

Lo que hay que hacer es generar programas de convivencia, de mediación, activar programas que satisfagan las necesidades de la gente, ser coherentes, ampliar las aceras, los espacios de encuentro, las plazas, poner árboles y flores, poner bancos y color.

Nos parece que la clave está en el tema de la participación, porque hay un momento en el que lxs arquitectos, urbanistas, diseñadoras...estamos en el estudio dibujando y no tienes por qué contrastar tu trabajo con las personas que van a usar ese espacio, pero si hubiera mecanismos de participación en todas las transformaciones urbanas, si se consultaran a los vecinxs, tendría otro valor.

Cuando haces una casa para alguien te tiras un mes hablando con lxs inquilinxs sobre cómo vive y cómo quiere vivir, somos psicólogas familiares. En cambio, cuando pasas a un espacio público parece que trabajas para nadie, aunque en realidad estás trabajando para gente concreta y hay que preguntar igual, hay que saber qué gente hay en el barrio, su perfil  económico, social... los niveles de delincuencia, de paro, cuantificación de las asociaciones, saber cuantas actividades se hacen en la calle a lo largo de un año...hacer un mapa en definitiva.  Así es como tiene sentido trabajar en arquitectura y urbanismo sino, no le encuentro la gracia.

Se trata de hacer de los procesos de urbanismo y de la actuaciones en la calle una democracia participativa que incida y que tenga en cuenta qué es lo que quiere y percibe la gente.

Ahora estamos trabajando con Abusu Sarean, una red de asociaciones, y una de las cosas que hemos detectado es que no hay espacios para chavales entre 10 y 17 años, esa franja en la que no dependen de las familias pero que tienen la pasta suficiente para alquilarse una lonja, que es una privatización del ocio, no hay espacios y no saben qué hacer. Desde Abusu plantean hacer uso del Gazteleku de Rekalde que dinamiza un montón de cosas, o de un local municipal donde esté alguien que dinamice cursillos, talleres o que tenga ordenadores; lo importante es detectar qué cosas faltan pero también incluir cosas para esta franja de edad, que ocurre en más sitios. 

¿Dónde queda la participación?

Ciertamente la participación es muy importante, lo que pasa es que últimamente el término se ha puesto de moda y las instituciones han decidido acogerlo y lo que pasa además es que siempre es consultiva y nunca vinculante. La gente forma parte de debates, de reflexiones, de foros...pero todo eso que se trabaja ahí nunca tiene por qué vincular un cambio. Si tú lías a un montón de gente para que asista, para fomentar la implicación y demás pero luego no se hace nada, o la administración no se compromete a nada pues a mí me parece una tomadura de pelo. Yo si creo que tenemos que dar el paso de decir que la participación tiene que ser vinculante y que debe haber referéndums y sistemas de decisión mucho más directos.

También es importante sensibilizar. Muchas veces en arquitectura se hace la llamada votación de proyectos y se colocan los paneles y hay una votación ciudadana, pero un panel de un proyecto de arquitectura no todo el mundo lo entiende, y lo que hay que hacer es trabajar con la gente, formar, explicar qué es la movilidad, qué es una red de espacios públicos, en qué incide eso en su vida porque la personas que votan o que forman parte de un proceso consultivo ya tienen las ideas viciadas.

Los medios de comunicación, las series de televisión...generan una serie de imaginarios y un sistema de valores donde las personas no somos capaces de pensar qué necesitamos o qué es mejor para nuestra vida, ya tenemos un montón de condicionantes, por eso es necesario trabajar para contextualizar y aprender realmente a detectar nuestras propias necesidades. Para eso es preciso transformar las herramientas de consulta,  preguntarnos cómo nos ha cambiado la vida, estamos estresadxs, cómo nos relacionamos con nuestro vecindario-barrio. O se plantean otro tipo de preguntas y de reflexiones o sino, al final tampoco son opiniones de calidad, no son realmente opiniones que vienen de una reflexión previa, hay que perder el miedo a que la gente opine.

¿Es posible un cambio de modelo?

Es posible, pero vivimos en la engañufla del sistema de bienestar, pensamos que aquí tenemos lo mejor, cuando para nosotras los modelos más interesantes precisamente están en esa parte del mundo que se llama no desarrollado, pero es muy difícil vender ante la gente que los modelos más sostenibles, más satisfactorios y que para optar a una vida buena y saludable y para acabar con el estrés y la violencia con la que vivimos hay que mirar hacia esa parte del mundo que se supone está subdesarrollada. Y luego estamos nosotrxs, que se supone que somos los desarrolladxs, que somos el ejemplo y en realidad somos el ejemplo de cómo cagarla.

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