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¿Sabemos qué sentimos cuándo
sentimos? O ¿vivimos metidos en nuestras cabezas pensantes? A veces es
difícil reconocer que estamos sintiendo. Más difícil, aún, es saber qué es
concretamente eso que nos está removiendo las tripas. Muchas personas sentirán
que están bien conectadas con sus emociones y otras muchas, sentirán que aunque
no sea algo constante, están lo suficientemente conectadas puesto que controlan
sus emociones. Entonces, ¿quién es más inteligente con sus emociones? Pues
sinceramente, ni quien está más en contacto con ellas, ni quien siente que las
tiene más controladas… Para mí, ser
inteligente con tus emociones es sentirlas, entenderlas, asimilarlas,
elaborar información útil con ellas y utilizar esa información en tu beneficio
y en el de los demás. Y vivir solo algunos de los pasos de este proceso,
nos puede convertir en listillas o listillos emocionales, pero no en
inteligentes.
Se habla mucho sobre la Inteligencia Emocional o educación emocional y poco sobre Pedagogía Emocional. Digo esto porque continuamente veo, escucho y siento que las emociones son un tema cotidiano y que genera un gran interés. Esto ha llevado a muchas personas a convertirse en divulgadoras de esta temática. Divulgadoras de pequeñas y grandes ideas sobre la inteligencia emocional, que lo único que hacen es reproducir vagos conceptos, que más que iluminar y ayudar, confunden. Pocas de estas personas, construyen teorías y prácticas para poder enseñar y aprender sobre las emociones. No existe una pedagogía emocional. Bueno no existe una pedagogía en la mayoría de contextos y experiencias de aprendizaje hoy en día. Concretamente este tema puede interesar mucho a educadores, formales y no formales, y a cualquier persona que realmente desee incorporar actitudes, aptitudes, creencias y valores sobre la Inteligencia Emocional. Sin pedagogía no hay educación, sin educación no hay inteligencia, sin inteligencia no hay sabiduría.
La sensación de que la Inteligencia Emocional está al alcance de
cualquier persona de forma rápida, fácil y casi gratuita se extiende como la
pólvora. Si eres capaz de leer un par de libros y experimentar un par de
prácticas sobre tus emociones puedes colgarte una falsa medalla de “Inteligente
Emocional”. El problema de esta manera de sentir y vivir las emociones, es que
crea confusión y desgaste en quién la practica. Aunque puedan experimentarse
cambios muy rápidos a nivel emocional, siguiendo libros llenos de ejercicios y
prácticas los cambios suelen ser poco duraderos y aunque nos puedan saciar en el
momento, acabamos volviendo en busca de más. Con esta práctica, la sabiduría
emocional no se acomoda de forma saludable en la vida de cada cual. No se
producen cambios evolutivos, sino muchas veces solo cambios remediativos,
respondiendo a viejos modelos sociales de aprendizaje. Las emociones son una
herramienta muy valiosa como para que sea utilizada de manera banal o consumista.
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Sendoa Gómez Guerra
Asesor y Consultor Pedagógico y Coach Emocional
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